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La rosa - Fragmento de “El Principito”

El Principito habla con el zorro al que ha "domesticado", es decir, del que se ha hecho amigo pero ha llegado la hora de marcharse. El zorro le ha prometido que le revelará un secreto antes de que se vaya. Va al jardín a ver las rosas antes de marcharse. Él tiene en su planeta una rosa que es especial para él, esa rosa especial le ha "domesticado el corazón" y ahora sabe lo que se siente...
El Principito fue a ver nuevamente a las rosas:
- No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún -les dijo-. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo. Y las rosas se sintieron bastante molestas.
- Sois bellas, pero estáis vacías -les dijo aún-. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo una campana de cristal. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con un biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvó dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a la que escuché quejarse, o alabarse, o también, algunas veces callarse. Puesto que es mi rosa.
Y se volvió adonde estaba el zorro:
- Adiós -dijo.
- Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
- Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el Principito, a fin de acordarse.
- El tiempo que perdiste por tu rosa es lo que hace a tu rosa tan importante -dijo el zorro.
- El tiempo que perdí por mi rosa... -dijo el Principito, a fin de acordarse.
- Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable de para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
- Soy responsable de mi rosa... -repitió el Principito, a fin de acordarse.

Antoine Saint Exupéry